V - El marxismo cultural no debe
gobernar
Los movimientos posmodernos (la
ideología de género, la censura, la corrección política, el
feminismo) conforman un enjambre, decidido a destruirlo todo por la
promesa de un mundo donde los débiles sean felices, donde los
insectos y los seres de orden superior sean sus iguales. Esto, porque
en el fondo consideran que ser humano consiste en ser un cuerpo
sujeto tan sólo a causas externas.
Aunque los débiles se agrupen en
manadas, aunque formen el grupo más numeroso, aunque quieran usurpar
el lugar que los creadores ocuparon en el pasado, es vano su proyecto
porque los creadores van a erigir monumentos nuevos, porque se van a
sustraer a lugares solitarios donde no pueden alcanzarnos y porque en
sus pensamientos, no pueden ni tan siquiera rozarlos.
El "nosotros" del enjambre
es tan absurdo que no tiene evidencia alguna que lo respalde o lo
justifique, más que su violencia material, que sin dudas puede
contrastarse empíricamente pero que nunca lo legitima frente a la
razón, no hay ningún proceso lógico que demuestre la preexistencia
de la conciencia de grupo por sobre la conciencia individual y previa
a ésta. Supone el instinto enfermo de un débil que no soporta la
certeza de su existencia aislada y sólo puede sobrellevarla
disolviendo su voluntad en un proceso colectivo. Es claro que la
violencia neomarxista ejercida sobre la cultura no resiste una
revisión hehca a la luz de las condiciones mínimas en que es
posible la vida cívica en el marco de un estado de derecho.
Por ello, la vida cívica, como esfera
de las libertades individuales no puede ser gobernada por animales,
ya busquen privilegios, la preservación de su cuerpo o la
realización de dogmáticas fantasías sociales, sin tener en cuenta
las ajenas libertades individuales. Si los miembros de la mayoría
agrupada se comportan como animales, entonces no deben gobernar.
La única existencia de la que podemos
tener alguna evidencia es la que reza "yo, aquí y ahora" y
la única necesidad que atraviesa la existencia aquí y ahora es la
regla moral universal, aquella que todos deben seguir si actúan
racionalmente, nunca la regla del capricho, la regla de la
inclinación emocional o la regla de comportarse como un animal
(claro, qué más da comportarse de cualquier manera si al fin y al
cabo son todos iguales).
Es mejor ser libre con dolor que un
esclavo con placer. E inclusive, el hipotético placer de ser un
esclavo que ofrece el marxismo es dudoso. Además, los hombres no son
iguales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario