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I - El estado de Derecho
El estado de derecho es el proceso
resultante, orientado a una cierta forma de vida cívica, que es
resultado complejo y variable en el tiempo de factores convergentes
de naturaleza cívica, territorial, política y cultural
estructurados en forma de instituciones, que son las formas
materiales en que se brinda a los ciudadanos el amparo de la ley.
Las instituciones son el resultado
fáctico y orgánico, de las formas establecidas por el soberano, en
que se organiza la vida cívica.
En el estado moderno, el soberano es
(al menos en teoría) el pueblo, o la sumatoria de los ciudadanos
individuales.
Por lo tanto, las instituciones son la
forma en que el pueblo, soberano, o conjunto de los ciudadanos
individuales, ha organizado su vida cívica.
Las instituciones son más simples o
más complejas, son más o menos materialmente contrastables (ej, el
poder judicial) o son más bien intangibles como la noción de
"libertad individual".
La base de nuestras instituciones es
el intangible concepto de la "libertad individual", el cual
sin embargo tiene un registro amplio de contrastación empírica o
material en relación a nuestra experiencia psíquica.
II - La destrucción del estado de
derecho: la corrección política y la censura
Por lo tanto, cualquier agresión a
las libertades individuales o a las instituciones que las garantizan
es una agresión al soberano, aunque sea realizada por un grupo
mayoritario.
Por ejemplo: el ciudadano de un estado
donde sólo puede decirse lo que permite la censura no es libre, el
ciudadano que tiene que pedir permiso para existir (como ocurre en
los regímenes totalitarios) no es libre y ha sido agredido en sus
libertades individuales él mismo, como el propio soberano del que
forma parte.
La estrategia global de los grupos que
atacan el estado de derecho es erosionar, infiltrar e invertir los
valores culturales que existen al amparo del estado de derecho, para
eliminar la necesidad del derecho y sustituirlo por el totalitarismo,
donde el estado, ya no de derecho sino de facto, usurpa toda la
soberanía que antes era de los ciudadanos.
Digamos que el estado de derecho o
gobierno de la ley, que garantiza nuestras posibilidades de ejercer
nuestra libertad individual puede ser atacado con tácticas de acción
directa sobre nuestro campo de acción o de reacción frente a la
acción libre.
La táctica directa de ataque al
estado de derecho consiste en adiestrar a los individuos en una
doctrina de agresión e intolerancia hacia el estado de derecho y el
ejercicio libre de los derechos naturales que debe gozar un ciudadano
bajo el amparo de la ley. Esta estrategia se implementa mediante el
adiestramiento en la "corrección política" sobre todo en
el sistema educativo público, que los movimientos de izquierda han
infiltrado, para crear un sentido común que naturaliza el
totalitarismo en la percepción de las personas. Llamo a esto,
"pedagogía de izquierda".
La táctica indirecta de ataque al
estado de derecho es la ya mencionada "censura", que
consiste en reaccionar públicamente frente a determinados discursos
con el propósito de descalificarlos y eliminarlos del espectro
público. La forma típica en que esto se hace es la demonización:
no nos ha de extrañar que se califique de "nazi" o "o
fascista" un mero discurso liberal. Esto sólo supone un acto de
retórica, lo grave es que las masas absorben y reproducen este tipo
de comportamiento, una vez que están adiestradas en el pensamiento
único que es la "corrección política".
La censura consiste en la supresión
del libre discurso, inconsistente con el discurso propugnado por el
agente censurante. Los agentes de la censura habitualmente
representan el discurso dominante e intentan eliminar la disidencia a
una forma de pensamiento pretendidamente único y, por lo tanto,
totalitario. La pedagogía moderna es censura, la educación estatal
de los gobiernos progresistas es censura, el discurso mediático es
censura y la corrección política también es censura.
Donde haya censura al libre discurso
individual, no habrá libre ejercicio de la ciudadanía, en tanto la
libertad de discurso sea una libertad individual.
III -El totalistarismo posmoderno:
usurpación del estado de derecho por la cultura total
Los grupos que actualmente atacan al
estado de derecho son los movimientos posmodernos de izquierda que
podemos catalogar y reunir bajo el rótulo de "Marxismo
cultural".
El marxismo cultural es una evolución
del marxismo que redefine el dogma marxista de lucha clases por el de
lucha entre oprimidos y opresores y que sustituye la agenda de
revolución material del marxismo tradicional por un programa de
revolución cultural.
Tanto el marxismo como su vástago son
ideologías totalitarias, formas de discurso orientadas a la
dirección de las masas, autodenominadas fin y conclusión de la
historia, representan una forma de discurso censor, negador de todo
otro discurso, que pretenden erigirse en explicaciones totalizantes
del universo y de la historia de nuestro pensamiento. La doctrina del
comunismo reza "nosotros y no yo": pero una doctrina como
esta supone conclusión de todos los diálogos, así habla la voz del
rebaño, el espíritu de la manada, el alma de la colmena y de la
masa. Esto es censura porque clausura las posibilidades del discurso
por fuera de los discursos legitimados colectivamente, lo cual supone
de plano partir de una retórica que no soporta la revisión de la
lógica, en la medida en que supone lo que debería demostrar, que es
por cierto la estrategia estándar de los progresistas y marxistas
culturales: suponerlo todo y no demostrar nada.
Por lo tanto, el comunismo es enemigo
del estado de derecho, garantía de nuestras libertades individuales,
así como es enemigo de las nociones más elementales de la lógica y
de los requisitos mínimos de la racionalidad, único árbitro que
pueden tener los diálogos humanos.
Yo, como individualista del espíritu
y de la conciencia, como ser racional comprometido con la superación
individual y con la afirmación de mi existencia individual soberana,
me declaro abiertamente enemigo de la mente de colmena, del
cretinismo colectivo que significa la adherencia irracional a un
principio de obediencia plural, rechazo los discursos progresistas
construidos a base de frases comunes, estandarizadas y establecidas
sistemáticamente por una pedagogía de la decadencia: qué se joda
toda la puñetera pedagogía de la nueva izquierda.
IV - La paradoja de la cultura total
Se supone que el marxismo cultural
quiere eliminar las fuentes de opresión cultural y liberar a los
grupos culturales oprimidos de la sujeción a que los someten los
grupos culturales dominantes.
Pero yo veo una flagrante paradoja en
el totalitarismo de la cultura total.
¿Por qué paradoja? Porque este
pensamiento de colmena que es la cultura total, esconde en el fondo
algo opuesto a una concepción total del universo, o sea a concebir
la existencia individual como parte de una totalidad de orden
superior, lo cual no sería para nada inconsistente con un
individualismo cultural, del espíritu, de las ideas que acepte la
necesidad la vida social para la supervivencia.
El pensamiento de colmena oculta en su
núcleo un egoísmo basado en la identificación con el cuerpo y
consiguientemente, como lo hacen todos los que se identifican con su
cuerpo, con la primacía de los intereses asociados a la preservación
de la existencia material, consecuencia lógica del materialismo que
impregna la ideología de la izquierda.
Aunque hable con la voz de la colmena,
aunque piense con el pensamiento de la colmena, el marxista cultural
en su fuero interno considera que la concreción de su capricho
egoísta es más importante que la preservación de la colmena:
simplemente la usa para obtener ventajas frente a los que lo dejarían
atrás en un régimen de comportamiento exterior a la colmena. Porque
sólo puede desear la totalización de la colmena aquel cuyos
intereses sólo se pueden realizar a través de ésta.
Sin embargo, en cualquier momento la
mente del enjambre, que no se controla a si misma sino que es
controlada por la fuente de sus estímulos, puede prescindir de sus
miembros en base a consideraciones instrumentales, como Mao, Lenin y
Stalin prescindieron de la existencia de millones. Porque la
identificación de la existencia con la materia tiene como
consecuencia la prescindibilidad de la vida individual en beneficio
de un sistema material más grande que, como resultante de un
complejo entramado de procesos materiales, no tiene ningún tipo de
conciencia y que, si bien no tiene su auto-conciencia bien puede ser
dirigido, precisamente porque no la tiene, porque todo lo que carece
de consciencia se mueve en virtud de causas externas.
Por lo tanto, la conclusión de la
revolución cultural significa la sustitución de un esquema de
comportamiento anterior, presumidamente opresivo, por un régimen de
comportamiento colectivo y total, sin autoconciencia, controlado
desde fuera.
V - El marxismo cultural no debe
gobernar
Los movimientos posmodernos (la
ideología de género, la censura, la corrección política, el
feminismo) conforman un enjambre, decidido a destruirlo todo por la
promesa de un mundo donde los débiles sean felices, donde los
insectos y los seres de orden superior sean sus iguales. Esto, porque
en el fondo consideran que ser humano consiste en ser un cuerpo
sujeto tan sólo a causas externas.
Aunque los débiles se agrupen en
manadas, aunque formen el grupo más numeroso, aunque quieran usurpar
el lugar que los creadores ocuparon en el pasado, es vano su proyecto
porque los creadores van a erigir monumentos nuevos, porque se van a
sustraer a lugares solitarios donde no pueden alcanzarnos y porque en
sus pensamientos, no pueden ni tan siquiera rozarlos.
El "nosotros" del enjambre
es tan absurdo que no tiene evidencia alguna que lo respalde o lo
justifique, más que su violencia material, que sin dudas puede
contrastarse empíricamente pero que nunca lo legitima frente a la
razón, no hay ningún proceso lógico que demuestre la preexistencia
de la conciencia de grupo por sobre la conciencia individual y previa
a ésta. Supone el instinto enfermo de un débil que no soporta la
certeza de su existencia aislada y sólo puede sobrellevarla
disolviendo su voluntad en un proceso colectivo. Es claro que la
violencia neomarxista ejercida sobre la cultura no resiste una
revisión hecha a la luz de las condiciones mínimas en que es
posible la vida cívica en el marco de un estado de derecho.
Por ello, la vida cívica, como esfera
de las libertades individuales no puede ser gobernada por animales,
ya busquen privilegios, la preservación de su cuerpo o la
realización de dogmáticas fantasías sociales, sin tener en cuenta
las ajenas libertades individuales. Si los miembros de la mayoría
agrupada se comportan como animales, entonces no deben gobernar.
La única existencia de la que podemos
tener alguna evidencia es la que reza "yo, aquí y ahora" y
la única necesidad que atraviesa la existencia aquí y ahora es la
regla moral universal, aquella que todos deben seguir si actúan
racionalmente, nunca la regla del capricho, la regla de la
inclinación emocional o la regla de comportarse como un animal
(claro, qué más da comportarse de cualquier manera si al fin y al
cabo son todos iguales).
Es mejor ser libre con dolor que un
esclavo con placer. E inclusive, el hipotético placer de ser un
esclavo que ofrece el marxismo es dudoso. Además, los hombres no son
iguales.
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