martes, 30 de mayo de 2017

LA REVOLUCIÓN CULTURAL: La destrucción del estado de derecho

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I - El estado de Derecho

El estado de derecho es el proceso resultante, orientado a una cierta forma de vida cívica, que es resultado complejo y variable en el tiempo de factores convergentes de naturaleza cívica, territorial, política y cultural estructurados en forma de instituciones, que son las formas materiales en que se brinda a los ciudadanos el amparo de la ley.

Las instituciones son el resultado fáctico y orgánico, de las formas establecidas por el soberano, en que se organiza la vida cívica.

En el estado moderno, el soberano es (al menos en teoría) el pueblo, o la sumatoria de los ciudadanos individuales.

Por lo tanto, las instituciones son la forma en que el pueblo, soberano, o conjunto de los ciudadanos individuales, ha organizado su vida cívica.

Las instituciones son más simples o más complejas, son más o menos materialmente contrastables (ej, el poder judicial) o son más bien intangibles como la noción de "libertad individual".

La base de nuestras instituciones es el intangible concepto de la "libertad individual", el cual sin embargo tiene un registro amplio de contrastación empírica o material en relación a nuestra experiencia psíquica.

II - La destrucción del estado de derecho: la corrección política y la censura

Por lo tanto, cualquier agresión a las libertades individuales o a las instituciones que las garantizan es una agresión al soberano, aunque sea realizada por un grupo mayoritario.
Por ejemplo: el ciudadano de un estado donde sólo puede decirse lo que permite la censura no es libre, el ciudadano que tiene que pedir permiso para existir (como ocurre en los regímenes totalitarios) no es libre y ha sido agredido en sus libertades individuales él mismo, como el propio soberano del que forma parte.

La estrategia global de los grupos que atacan el estado de derecho es erosionar, infiltrar e invertir los valores culturales que existen al amparo del estado de derecho, para eliminar la necesidad del derecho y sustituirlo por el totalitarismo, donde el estado, ya no de derecho sino de facto, usurpa toda la soberanía que antes era de los ciudadanos.

Digamos que el estado de derecho o gobierno de la ley, que garantiza nuestras posibilidades de ejercer nuestra libertad individual puede ser atacado con tácticas de acción directa sobre nuestro campo de acción o de reacción frente a la acción libre.

La táctica directa de ataque al estado de derecho consiste en adiestrar a los individuos en una doctrina de agresión e intolerancia hacia el estado de derecho y el ejercicio libre de los derechos naturales que debe gozar un ciudadano bajo el amparo de la ley. Esta estrategia se implementa mediante el adiestramiento en la "corrección política" sobre todo en el sistema educativo público, que los movimientos de izquierda han infiltrado, para crear un sentido común que naturaliza el totalitarismo en la percepción de las personas. Llamo a esto, "pedagogía de izquierda".

La táctica indirecta de ataque al estado de derecho es la ya mencionada "censura", que consiste en reaccionar públicamente frente a determinados discursos con el propósito de descalificarlos y eliminarlos del espectro público. La forma típica en que esto se hace es la demonización: no nos ha de extrañar que se califique de "nazi" o "o fascista" un mero discurso liberal. Esto sólo supone un acto de retórica, lo grave es que las masas absorben y reproducen este tipo de comportamiento, una vez que están adiestradas en el pensamiento único que es la "corrección política".

La censura consiste en la supresión del libre discurso, inconsistente con el discurso propugnado por el agente censurante. Los agentes de la censura habitualmente representan el discurso dominante e intentan eliminar la disidencia a una forma de pensamiento pretendidamente único y, por lo tanto, totalitario. La pedagogía moderna es censura, la educación estatal de los gobiernos progresistas es censura, el discurso mediático es censura y la corrección política también es censura.

Donde haya censura al libre discurso individual, no habrá libre ejercicio de la ciudadanía, en tanto la libertad de discurso sea una libertad individual.

III -El totalistarismo posmoderno: usurpación del estado de derecho por la cultura total

Los grupos que actualmente atacan al estado de derecho son los movimientos posmodernos de izquierda que podemos catalogar y reunir bajo el rótulo de "Marxismo cultural".

El marxismo cultural es una evolución del marxismo que redefine el dogma marxista de lucha clases por el de lucha entre oprimidos y opresores y que sustituye la agenda de revolución material del marxismo tradicional por un programa de revolución cultural.

Tanto el marxismo como su vástago son ideologías totalitarias, formas de discurso orientadas a la dirección de las masas, autodenominadas fin y conclusión de la historia, representan una forma de discurso censor, negador de todo otro discurso, que pretenden erigirse en explicaciones totalizantes del universo y de la historia de nuestro pensamiento. La doctrina del comunismo reza "nosotros y no yo": pero una doctrina como esta supone conclusión de todos los diálogos, así habla la voz del rebaño, el espíritu de la manada, el alma de la colmena y de la masa. Esto es censura porque clausura las posibilidades del discurso por fuera de los discursos legitimados colectivamente, lo cual supone de plano partir de una retórica que no soporta la revisión de la lógica, en la medida en que supone lo que debería demostrar, que es por cierto la estrategia estándar de los progresistas y marxistas culturales: suponerlo todo y no demostrar nada.

Por lo tanto, el comunismo es enemigo del estado de derecho, garantía de nuestras libertades individuales, así como es enemigo de las nociones más elementales de la lógica y de los requisitos mínimos de la racionalidad, único árbitro que pueden tener los diálogos humanos.

Yo, como individualista del espíritu y de la conciencia, como ser racional comprometido con la superación individual y con la afirmación de mi existencia individual soberana, me declaro abiertamente enemigo de la mente de colmena, del cretinismo colectivo que significa la adherencia irracional a un principio de obediencia plural, rechazo los discursos progresistas construidos a base de frases comunes, estandarizadas y establecidas sistemáticamente por una pedagogía de la decadencia: qué se joda toda la puñetera pedagogía de la nueva izquierda.

IV - La paradoja de la cultura total

Se supone que el marxismo cultural quiere eliminar las fuentes de opresión cultural y liberar a los grupos culturales oprimidos de la sujeción a que los someten los grupos culturales dominantes.

Pero yo veo una flagrante paradoja en el totalitarismo de la cultura total.
¿Por qué paradoja? Porque este pensamiento de colmena que es la cultura total, esconde en el fondo algo opuesto a una concepción total del universo, o sea a concebir la existencia individual como parte de una totalidad de orden superior, lo cual no sería para nada inconsistente con un individualismo cultural, del espíritu, de las ideas que acepte la necesidad la vida social para la supervivencia.

El pensamiento de colmena oculta en su núcleo un egoísmo basado en la identificación con el cuerpo y consiguientemente, como lo hacen todos los que se identifican con su cuerpo, con la primacía de los intereses asociados a la preservación de la existencia material, consecuencia lógica del materialismo que impregna la ideología de la izquierda.

Aunque hable con la voz de la colmena, aunque piense con el pensamiento de la colmena, el marxista cultural en su fuero interno considera que la concreción de su capricho egoísta es más importante que la preservación de la colmena: simplemente la usa para obtener ventajas frente a los que lo dejarían atrás en un régimen de comportamiento exterior a la colmena. Porque sólo puede desear la totalización de la colmena aquel cuyos intereses sólo se pueden realizar a través de ésta.

Sin embargo, en cualquier momento la mente del enjambre, que no se controla a si misma sino que es controlada por la fuente de sus estímulos, puede prescindir de sus miembros en base a consideraciones instrumentales, como Mao, Lenin y Stalin prescindieron de la existencia de millones. Porque la identificación de la existencia con la materia tiene como consecuencia la prescindibilidad de la vida individual en beneficio de un sistema material más grande que, como resultante de un complejo entramado de procesos materiales, no tiene ningún tipo de conciencia y que, si bien no tiene su auto-conciencia bien puede ser dirigido, precisamente porque no la tiene, porque todo lo que carece de consciencia se mueve en virtud de causas externas.

Por lo tanto, la conclusión de la revolución cultural significa la sustitución de un esquema de comportamiento anterior, presumidamente opresivo, por un régimen de comportamiento colectivo y total, sin autoconciencia, controlado desde fuera.

V - El marxismo cultural no debe gobernar

Los movimientos posmodernos (la ideología de género, la censura, la corrección política, el feminismo) conforman un enjambre, decidido a destruirlo todo por la promesa de un mundo donde los débiles sean felices, donde los insectos y los seres de orden superior sean sus iguales. Esto, porque en el fondo consideran que ser humano consiste en ser un cuerpo sujeto tan sólo a causas externas.

Aunque los débiles se agrupen en manadas, aunque formen el grupo más numeroso, aunque quieran usurpar el lugar que los creadores ocuparon en el pasado, es vano su proyecto porque los creadores van a erigir monumentos nuevos, porque se van a sustraer a lugares solitarios donde no pueden alcanzarnos y porque en sus pensamientos, no pueden ni tan siquiera rozarlos.

El "nosotros" del enjambre es tan absurdo que no tiene evidencia alguna que lo respalde o lo justifique, más que su violencia material, que sin dudas puede contrastarse empíricamente pero que nunca lo legitima frente a la razón, no hay ningún proceso lógico que demuestre la preexistencia de la conciencia de grupo por sobre la conciencia individual y previa a ésta. Supone el instinto enfermo de un débil que no soporta la certeza de su existencia aislada y sólo puede sobrellevarla disolviendo su voluntad en un proceso colectivo. Es claro que la violencia neomarxista ejercida sobre la cultura no resiste una revisión hecha a la luz de las condiciones mínimas en que es posible la vida cívica en el marco de un estado de derecho.

Por ello, la vida cívica, como esfera de las libertades individuales no puede ser gobernada por animales, ya busquen privilegios, la preservación de su cuerpo o la realización de dogmáticas fantasías sociales, sin tener en cuenta las ajenas libertades individuales. Si los miembros de la mayoría agrupada se comportan como animales, entonces no deben gobernar.

La única existencia de la que podemos tener alguna evidencia es la que reza "yo, aquí y ahora" y la única necesidad que atraviesa la existencia aquí y ahora es la regla moral universal, aquella que todos deben seguir si actúan racionalmente, nunca la regla del capricho, la regla de la inclinación emocional o la regla de comportarse como un animal (claro, qué más da comportarse de cualquier manera si al fin y al cabo son todos iguales).


Es mejor ser libre con dolor que un esclavo con placer. E inclusive, el hipotético placer de ser un esclavo que ofrece el marxismo es dudoso. Además, los hombres no son iguales.

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